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6 ago 2024

¿Qué significa lo que decimos?

Gonzalo Guajardo González 

Aunque el lenguaje está de continuo puesto en la lupa de la actualización (porque aparecen de continuo objetos en el mundo, y hay que inventar su nombre, o desaparecen objetos  de nuestro entorno vital, y hay que cancelar las palabras que los nombran), también hay que revisar la lengua, para actualizarla, según usos y necesidades. 

La lengua está íntimamente vinculada al pensamiento. 

El lenguaje configura giros expresivos y denominaciones (sustantivos, verbos, adjetivos, etc.) para darle posibilidades al pensamiento de que precise lo que va conociendo, y el pensamiento ofrece al lenguaje objetos novedosos (u objetos que se recuperan de los anteriores, pero con otros ángulos de reconocimiento, para poderlos llamar diferenciadamente: "pantalones", "pantalones cortos", "shorts", "pantaletas", "pantalones de trabajo", etc.).

Arte de Cândido Portinari  

Por ese vínculo entre pensamiento y lenguaje, el pensamiento permanece vivo y actualizado (aunque desconocemos más de lo que conocemos y el mundo, por tanto, es desconocido en mayor porcentaje al conocido). Por eso, también, la lengua está en continua transformación, en procesos de actualización , pero, igualmente, en trance de deterioro o de perdida de sentido.

Es lo que ha pasado, por ejemplo, con la palabra "infante" que, originalmente, fue articulada para los hijos (sobre todo, de nobles) que no tenían derecho a voz ni voto en los asuntos familiares, sobre todo en los relativos las herencias (sólo el hijo mayor heredaba las propiedades de los padres. Los siguientes eran "in-fantes", es decir, sin voz -ni aspiraciones-). La voz "infante" de asignó, por tanto, a _todo niño_ que aún no supiera hablar o sólo lo hacía balbuceando.

Hoy, perdida esa condición histórica, se puede usar la palabra ("infante") para quien tiene problemas en la articulación del lenguaje (aunque se trate de una persona adulta o, tal vez de un anciano. Pero, en los últimos años, se está usando -indebidamente, porque su referencia no es la edad, sino el uso de la voz propia, para sustituir las palabras "niña" o "niño", según ese prurito de no privilegiar el uso del masculino ni ocultar la respectiva voz femenina. Se olvida que, en atención a la denominación inicial, existe la palabra "niñez", que es mucho más correcta y ambivalente que la palabra "infancia".

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